Debería estar feliz. Lo cierto es que no me faltan motivos para estar feliz. Claro que una siempre se centra en aquello que le falta, en los vacios del fondo de su corazón. Ahí todavía esta tu hueco, desde que te fuiste no lo pude ocupar con nada ni nadie más. He llegado a creer que ya siempre mi corazón quedará augereado, sangrando, llorando. Suplicando.
Me siento penosa, me siento como un perro que fue abandonado por su dueño un día frío de invierno en la calle y no se volvió a acordar de él. Me siento insignificante. Indiferente.
Nunca me imaginé que harías esto. Desaparecer, esfumarte, huir, fugarte. Esconderte de mí.
Y yo, que siempre pedo tres deseos por Navidad, y aun los sigo malgastando en ti? Te lo mereces acaso? No. Ni un deseo malgastado, ni una lágrima descontrolada, ni un grito de desespereción, ni una maldición. No te mereces ni siquiera estas ridículas palabras.